lunes, 31 de agosto de 2009

LA LEYENDA DEL ÁGUILA


Hoy voy a compartir una historia que aprendí hace algunos años y que he publicado el 15 de enero del 2006 en mi antiguo blog.


“La leyenda del Águila”

Dicen algunos que el Águila es el animal más majestuoso de la tierra. Su porte real, siempre altivo, siempre orgulloso. Sus impresionantes alas, su poderoso pico y su vista privilegiada, la hacen un animal que inspira respeto por todo el que la ve. No hay manera de no admirar un águila cuando se le ve volar. Las impresionantes alturas que alcanza y la precisión con la que puede detectar a su presa, asecharla y capturarla son cualidades con las que fue dotada y aprovecha bien.
Bueno, pues cuenta una leyenda hecha canción, que en algún escondido lugar, encadenado a una estaca clavada en la tierra, habitaba un águila cautiva. Los motivos y la manera en que fue capturada, son desconocidos. Lo cierto es que debido a los años de injusto cautiverio este majestuoso animal había quedado reducido a una mala caricatura. Su plumaje, siempre impecable, ahora estaba sucio y desordenado, sus ojos orgullosos, hoy sólo reflejaban tristeza, soledad. Parecían preguntar ¿qué hago aquí? ¿Cómo llegué? ¿Cuál es la salida? Su porte gallardo siempre erguido, ahora estaba reducido a una actitud de humillación y vergüenza: su cabeza agachada, su cuerpo encorvado, sus alas caídas.
La pobre ave, lo único que atinaba a hacer era caminar en círculos, al rededor de la estaca que se resistía a ceder. Tantas vueltas había ya dado en sus varios años de cautiverio, que sin darse cuenta, había hecho una profunda zanja bajo sus garras, en otros tiempos fuertes, poderosas.
Un día, aquel Águila se sentía particularmente triste, deprimido, sentía que estaba totalmente perdido, pues debido a lo profundo del pozo que había elaborado a base de caminar en círculos, ni siquiera el paisaje ni la luz del sol podía apreciar con claridad. Sentía que todo estaba acabado y su muerte era inminente. De repente, a orillas de aquella profunda zanja en la que se encontraba, se asomó la figura de un hombre. Al principio, debido a lo cansado de sus ojos y debido a la altura a la que se encontraba el sujeto, el águila no pudo distinguir nada que no fuera sombras, pero de pronto lo escuchó hablar, con una voz tan dulce y tranquila que lejos de atemorizar, tranquilizó al ave cansada y azotada por la esclavitud de tantos años.
- “Yo soy tu dueño” le dijo aquella voz desde lo alto, “y he venido a liberarte” –
- “¿Mi dueño?, - pensó el águila, “yo nunca he tenido dueño. ¿A liberarme? Bien, bien, no me importa quién seas o quién digas que eres, pero si me vas a liberar hazlo ya, pues no aguanto más estar aquí”.
El hombre aquel tomó a la pobre ave entre sus manos suaves y fuertes, le quitó la argolla, le liberó de las cadenas. Lo limpió, le dio agua para beber y después de darle un gran abrazo lo lanzó hacia los cielos para que volara.
¡Qué extraña, pero a la vez hermosa la imagen de aquella ave! Maltratada, temerosa, pero volando hacia lo alto. El dueño, observaba desde una roca próxima, la culminación de su obra. Ver al águila volar libre, le hacía pensar que había valido la pena todo esfuerzo hecho para encontrarla y ayudarla a escapar de la esclavitud.
De repente, en el cielo, un giro inesperado. El águila, en lugar de volar alto, como hacía tiempo lo había hecho, comenzó a descender una vez más, empezó a volar en círculos sobre el mismo terreno en donde se encontraba la estaca y las cadenas, y lentamente descendió, descendió hasta la parte más baja de la zanja. Derrotado, triste, acabado, temeroso agarró con fuerza sus cadenas y rompió en llanto. Simplemente no supo a donde ir; no supo qué hacer con la libertad que le fue otorgada.
Lejos de ahí el dueño, secándose las lágrimas de sus mejillas aguardaría hasta encontrar otro mejor momento para liberar a su águila.
Nosotros somos los seres más majestuosos de la naturaleza. Más que esta águila, más que todos los demás seres vivos que co-habitan con nosotros. Y sin embargo nos encadenamos a las cosas de este mundo, permitimos que nos hagan esclavos. Nosotros mismos buscamos las ocasiones para convertirnos en esclavos. El alcohol, las drogas, el sexo. La comida, la televisión, el trabajo, la rutina diaria. Miles de cosas que nos esclavizan, nos hacen daño y nos hacen infelices.
Muchos sabemos que tenemos un DUEÑO que nos ha hecho libres. Algunos lo hemos aprendido en el camino de nuestra vida. Otros lo saben desde que tienen conciencia y muchos más todavía lo ignoran. Es Nuestro DUEÑO porque nos compró con Su Sangre; nos lava, nos da Agua Viva y nos lanza hacia las alturas a volar....todos los días.
¿Y qué hacemos nosotros? ....
¿Y qué haces tú?

1 comentario:

Hilda dijo...

Con razón decia Erich Fromm que tenemos miedo a la libertad, porque no nos esclavizan tantas cosas que olvidamos que hacer con Don tan precioso que Dios nos regaló.

Un gusto leerte. Hilda