viernes, 14 de mayo de 2010

14. MARÍA EN LA PUERTA


El primer día del año celebramos a Santa María Madre de Dios.
Ella está esperándonos como espera siempre la madre a los hijos, buenos y malos, jóvenes y adultos, para curar raspones en el cuerpo y “raspones” y desgarrones en el alma; para deshacer nubarrones con un beso en la frente, para compartir penas, para prodigar ternura y cuidados.  
Para decirnos cómo confiaban ella y José en la Providencia de Dios cuando escaseaban el trabajo y los centavos en la casa de Nazaret.
Para enseñarnos a preocuparnos –como ella por su prima Isabel- por los demás, especialmente en esta situación económica tan difícil.
Para interceder ante su Hijo recordándole que “no tenemos vino”, ni aceite, ni con qué pagar la renta ni muchas otras cosas necesarias.
Para invitarnos como a los servidores del banquete de Caná, a que “hagamos lo que Él nos diga”.
Para recordarnos desde el primero de enero lo que un 12 de diciembre nos dijo: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás en mi regazo? ¿No corres por mi cuenta?

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y cada día de este 2010 que, contigo en nuestro hogar, tiene que ser verdaderamente un Año Nuevo.

MARÍA, PUERTA DEL CIELO.


Santa María, ¡Madre de Dios y Madre mía! Eres más madre que todas las madres juntas: cuídame como Tú sabes. Grábame, por favor, estas tres cosas que dijiste:
"NO TIENEN VINO": presenta siempre a tu Hijo mis necesidades y las de todos tus hijos.
"HACED LO QUE ÉL OS DIGA": dame luz para saber lo que Jesús me dice, y amor grande para hacerlo fielmente.
"HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR": que yo no tenga otra respuesta ante todo lo que Él me insinúe.




Tomado del Misal 2010 (1 de enero)

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