viernes, 26 de marzo de 2010

AMARLAS POR IGUAL


“Cuando yo tenga mis hijos, los voy a tratar a todos igual”.
Cuántas veces durante mi vida pronuncié esa frase, después de haberme visto envuelta en alguna discusión con mis hermanos y en la cual, sentí que no se me hizo justicia, habiéndo salido alguno de ellos con la razón por parte de nuestros padres.
  “Hay que tratar a los hijos igual”, “hay que ser parejo”, “la igualdad es importante” y un sin número de frases que básicamente dicen lo mismo y que están en el discurso frecuente de los padres como yo, desesperados por no hacer sentir mal a ninguno de sus hijos por el hecho de dar una golosina a uno solo, por haber salido al cine con la mayor, porque hoy compramos un pantalón al menor y a los demás no, etc. Ahora, 30 años después, con dos hijas preciosas bajo mi tutela, y dispuesta a cumplir mi promesa, empiezo a darme cuenta de que es materialmente imposible tratarlas igual.
La verdad es que aunque mis hijas se parecen mucho físicamente, aunque las dos son mujeres y tienen muchas cosas en común, en realidad son dos personas totalmente diferentes y no puede ser posible que las trate igual.
En la medida en que reconozca esas diferencias, aprenderé a respetarlas y ellas aprenderán a darse a respetar por los demás.
¿Que es duro? Sí, mucho. Pero yo creo que es necesario para una sana relación familiar, que los niños aprendan desde el principio que no siempre tendrán las mismas cosas al mismo tiempo. Nosotros como padres nos hemos comido los caramelos “más rancios”, los helados “más amargos”, los algodones de azúcar “más duros”, esos que se te atoran en la garganta, no porque tengan algo malo, sino porque no pasan fácilmente debido al nudote que tenemos en la garganta. ¿Por qué? porque a nuestra hija se le ocurrió hacer un berrinche marca diablo justo antes del helado y contestó con groserías cuando se le dijo que se iba a quedar sin postre. Ella fue la castigada, no los demás. Aunque puedo asegurar que nadie disfrutó el postre.
Sé que es difícil, pero creo que dándoles siempre lo mismo, sin importar que hayan hecho diferentes cosas, que hayan tenido diferentes comportamientos, que hayan alcanzado distintos logros, uno los está acostumbrando a vivir en un mundo de fantasía que desgraciadamente no existe en la realidad. En el momento todos lo podremos disfrutar, pero después será sufrimiento para ellos. Pienso que de esa manera empiezan las envidias hacia los demás cuando se dan cuenta de que otros lograron premios escolares o deportivos y ellos no, por ejemplo. Debemos tener presente que a los hijos se les prepara para la vida, para el mundo real.
¿Quiero decir con esto que mis hijas no tienen diversión? De ninguna manera. Ellas están pequeñas, y su mundo es principalmente regido por la diversión. Pero hasta la diversión puede traer enseñanzas y disciplina.
Al final de toda esta reflexión, llego a la conclusión de que tratarlas igual, es una cosa muy diferente a AMARLAS IGUAL. Puedo decir con seguridad que a ninguna le ha faltado jamás un beso en la frente, un abrazo fuerte, un “te amo”. A nadie se le ha negado una palabra de amor o una caricia, un tiempo a solas, un cuento por la noche, y bueno, todo lo que los niños pequeñitos como ellas requieren.
“Hay que acariciarlas, abrazarlas y besarlas... mientras se dejen”, le digo a mi marido. Yo lo digo de broma, pero creo que lleva algo de verdad.

Publicado en MI ESPACIO  el 08-11-2005


5 comentarios:

Angelo dijo...

Alguien me dijo una vez que hay distintas clases de cristalerías. Muchas copas de distinto vidrio podrían ponerse en fila, sin embargo cada una necesitaría un cuidado diverso. Las habría de fino cristal, muy sensibles a romperse y otras más duras. Nuestros hijos van adquiriendo la personalidad y libertad que Dios les da. No hay almas idénticas, por eso aunque la norma sea la misma para todos, luego hay que aplicarla a cada uno según convenga, eso no es hacer diferencias, si no respetarlos. Un beso Tere

Unknown dijo...

Gracias por tus palabas Angelo, un gusto saludarte.
Y bueno, así es; el respeto es escencial y el amor imprescindible.
Creo que muchos padres actuales confundimos el proveer cosas materiales con el amor, creyendo que mientras más tengan, más sentirán que los amamos, pero lo que se ve en la juventud de ahora no demuestra que ésto sea efectivo.
Saludos.

Hilda dijo...

Sabias palabras Tere has puesto aquí. Y coincido contigo, es que todos los afectos son distintos porque distintos somos los seres humanos.
Y a los hijos nos pasa mucho eso que menciona, medimos el amor que nos tienen nuestros padres por sus acciones, por su trato. Y no es así, debiésemos saber que el amor es uno pero se manifiesta de forma distinta.
Me hiciste recordar una de las enseñanzas que me dejó esa hermosa película ¿Conoces a Joe Black? a la que le hice post en mi blog, te pego el pedacito que se refiere al tema "-Y hablando de aceptar a las personas como son, Bill Parrish nos ofrece también un hermoso ejemplo. Allison ha aprendido a través de los años que para un padre o una madre, no hay diferencia entre sus hijos. Que cada cariño es especial, que cada forma de expresarlo es diferente, porque diferente somos los seres humanos. A los hijos nos cuesta en ocasiones trabajo en entender esto y los celos salen a flote, lo sé por experiencia. Pero la capacidad de amar que nos regaló Dios es tan grande que alcanza para todos."

Saludos cariñosos. Hilda

Unknown dijo...

De acuerdo en todo Hilda, aunque no es nada fácil, y se da uno cada tope y comete uno cada error y cada injusticia, que después pesa una enormidad. Pero acá entra también la capacidad del padre para pedir perdón, cosa que antes ni en los más remotos sueños podías esperar. Extenso el tema, pero hermoso, seguiremos hablando de ello seguramente.

Hilda dijo...

Ah Tere!! ese es otro punto interesantísimo!! el darnos cuenta que podemos cometer errores y tener la humildad de pedir perdón!!
Tú sabes que no soy mamá pero a mis alumnos los quiero como hijos y una de las cosas de las que me siento orgullosa es precisamente que cuando es necesario que yo me disculpe, lo hago. El problema es que no siempre me doy cuenta a tiempo que me equivoco y le pido mucho a Diosito que me ayude a reconocer esos errores antes de que sea demasiado tarde.

Saluditos. Hilda